Annia Galano

Química teórica de profesión y profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana. Pintora y escritora de closet. Escribe poesía y narrativa.

Sitio web: https://www.agalano.com

Obras Publicadas

MARÍA,  Revista: A4manos, 14 de octubre de 2019.

María era puta. Siempre lo fue, desde el primer recuerdo hasta hoy. Y cuando hablo de María, decir puta no es una ofensa ni un reproche. Es una verdad suave, irrebatible. Es solo otro adjetivo. Es como decir que era rubia y bajita, algo rechoncha pero de carnes firmes. De una edad indefinida entre la adolescencia y la madurez. Con ojos vivos y fugaces, incapaces de posarse por más de dos segundos. De risa escandalosa, contagiosa sin remedio. Vestida entre el impudor y la desgana, con todos los colores en cuerpo y rostro. Con evidente alegría de estar viva.

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RIMAS Y MILONGAS, Revista: A4manos, 1 de julio de 2019.

Canción Olvidada

De un tiempo muerto regresa

una canción olvidada.

Abre una puerta cerrada

preguntando por mi nombre.

El miedo le teme al hombre

que se aferra a lo que amaba.

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DOÑA ROSA (1ra parte), Revista: La Mascarada, 31 de agosto de 2019.

Doña Rosa leía el arroz como otros leen las cartas, la borra del café o los caracoles. En el pueblo se comentaba que la lectura era una farsa. A ver, si no ¿por qué Doña Rosa seguía pobre, sin marido, con una casa (si es que podía llamarse así a aquel tugurio) medio apuntalada, un perro ciego, una paloma a la que le faltaba un ala, un gato negro huraño como pocos y una tortuga que andaba más tiempo perdida que encontrada? ¿Por qué, además, traía la tristeza tan pegada al rostro que casi se podía tocar? ¿Por qué no miraba a nadie cuando se encontraban en la calle? ¿Por qué no confiaba en nada que pudiese articular palabra?

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DOÑA ROSA (2da parte), Revista: La Mascarada, 10 de diciembre de2019.

Al día siguiente, todos murmuraban en el pueblo y poco a poco empezaron los curiosos a tomar el camino a casa de Doña Rosa. Yo me sumé al tumulto sin pensarlo, con la culpa golpeando mi consciencia y unas ganas inmensas de gritar lo que sabía. Al llegar vi al cura, escondía varios cuadernos bajo el brazo y se alejaba de la casa a toda prisa. Dos policías habían llegado poco antes que nosotros, tenían cara de no entender nada. Preguntaban si alguien había visto a la señora o a sus animales. La casa estaba vacía, sin muebles, sin olores, sin ningún ser vivo. Solo un enorme charco de sangre inexplicable. No era posible que hubiera ser humano con tamaño suficiente para haberla contenido.

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