SIN RUMBO, Revista: A4manos, 18 de mayo de 2020.
Erika vio salir a una maestra con un cuerpo ensangrentado en brazos.
—¡Pedro! —gritó atormentada. Y corrió a su auxilio para encontrarse con el rostro apagado de una niña. Caminó en contracorriente abriéndose paso entre un grupo de infantes que salían en estampida liderados por el profesor de deportes. Dobló por un pasillo que llevaba al patio principal. Espesas lágrimas le nublaron la vista y resbaló en un charco de sangre. Betty se arrodilló junto a ella para abrazar al cuerpo sin vida de Manuelito, un niño con el que solía jugar Yustin.
—¿Qué hacen aquí estas viejas? ¡Sáquenlas de aquí! —espetó un hombre robusto vestido de militar.
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